Hoy estamos experimentando un rápido calentamiento global sin precedentes debido a las actividades humanas, principalmente debido a la quema de combustibles fósiles que generan emisiones de gases de efecto invernadero.
La humanidad se enfrenta a uno de los desafíos más importantes de su historia y por ello el papel de las organizaciones globales es esencial para estimular la cooperación internacional en este ámbito. Consensos como el Protocolo de Kioto (1997) o el Acuerdo de París de 2015 trazan un camino en el que prima el objetivo común de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Así, se pretende implementar una serie de reformas en la legislación de los estados miembros, como el fomento de las energías renovables y la eficiencia energética.
Descarbonizar la economía requiere la transformación de varios sectores, especialmente el energético, que es transversal, pero también requiere transformar el modelo de producción y consumo de todos los agentes económicos, empresas y ciudadanos. Este proceso implica transformaciones profundas en estilos de vida, patrones de consumo, sistemas de valores y formas de urbanización, así como muchos otros aspectos de la organización social, y requiere respuestas proactivas en estas direcciones por parte de actores, políticos, movimientos sociales y agentes.
En este marco, las empresas deben adaptar y ajustar sus organizaciones. Deben lanzar (si aún no lo han hecho) la llamada transición ecológica para descarbonizar la economía. Esto significa adaptar todos los procesos, desde las cadenas de suministro hasta el consumidor final.
El sector energético se vuelve crucial para la transición ecológica: es una de las megatendencias más importantes de nuestro tiempo.
Teniendo esto en cuenta, los objetivos clave de las empresas deben ser:
Los países e industrias que logren crear e implementar soluciones para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible disfrutarán de una posición de liderazgo en las próximas décadas.
Para ello, algunos consejos para una hoja de ruta de descarbonización.
Ejecutar un estudio para cuantificar la huella climática de los procesos productivos. Mejorar la eficiencia energética de los procesos productivos invirtiendo en tecnología digital.
Trabajar activamente para reducir las emisiones en la cadena de valor: aplicar directrices de adquisiciones y criterios de conducta de proveedores, cambiar diseños de productos, colaborar con proveedores y clientes, y reevaluar modelos de negocio e inversiones.
Integrar el cambio climático en la estrategia empresarial.
Solicitar apoyo técnico y económico a los poderes públicos.
Informar a clientes, proveedores, empleados e inversores. Evitar mensajes de greenwashing en las prácticas de comunicación.
En conclusión, la descarbonización es una gran oportunidad para las empresas.
Estamos ante un cambio radical de modelo que implica que la estrategia empresarial y la estrategia de sostenibilidad sean la misma. La innovación tecnológica, organizacional y social son herramientas fundamentales para la descarbonización sin comprometer la competitividad. Por último, las organizaciones no deben olvidar evitar prácticas de lavado verde en los mensajes corporativos que puedan llevar al público a errores o percepciones diferentes, aumentando la transparencia de la comunicación y proporcionando liderazgo ético y formación a los empleados.
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